Es habitual que ante tratamientos de cáncer como quimioterapia y radioterapia se produzcan episodios de emesis, consistente en náuseas y vómitos, que contribuyen considerablemente a reducir la calidad de vida del paciente (se ha encontrado que alrededor de un 30% de los pacientes suelen pacecerla).
La emesis puede aparecer como efecto secundario tras la aplicación de los tratamientos o antes de recibir los ciclos de quimioterapia. En caso de aparecer antes, se denomina emesis anticipatoria y ocurre tras haber recibido varios ciclos de tratamiento. La emesis anticipatoria es debida a una respuesta condicionada asociada al aprendizaje producido por los efectos secundarios de dicho tratamiento.
De forma complementaria a los tratamientos de cáncer pueden emplearse tratamientos farmacológicos para el tratamiento de la emesis tardía y aguda, que aparecen tras los ciclos de quimioterapia y radioterapia. Pero el empleo de antieméticos no parece ser suficiente ya que no evitan la aparición de la emesis anticipatoria. Es por ello que se han realizado diferentes estudios para comprobar cómo puede contribuir la psicoterapia en el tratamiento de estos efectos negativos asociados al proceso de lucha contra el cáncer. La Guía de Práctica Clínica del Sistema Nacional de Salud de 2008 afirma la existencia de evidencia suficiente para confirmar los beneficios del empleo de la terapia psicológica conductual para combatir la emesis en el cáncer.
La terapia psicológica a emplear en estos casos incluye tecnicas de relajación y la desensibilización sistemática. Dentro de la terapia psicológica conductual existen diferentes técnicas de relajación que, en función de la persona y de sus carácteristicas, permiten seleccionar la técnica que mejor se adapte en cada caso en concreto.
Con la evidencia aportada por diferentes estudios clínicos cabe concluir que es necesario utilizar todos los recursos de los que disponemos para, además de hacer frente a la enfermedad y curarla, facilitar al paciente las mejores condiciones para superar este trance con la mejor calidad de vida que se pueda conseguir; y más aún cuando es conocido que la probabilidad de éxito de estos tratamientos se ve influída, entre otras cosas, por el estado de ánimo del paciente a lo largo del proceso.